martes, 25 de noviembre de 2008

"Unión Latinoamericana"

Jorge Piña tiene 27 años. Es hijo de padres chilenos y nació en Buenos Aires, Argentina. Llegó a Chile el año 2005, debido a los problemas económicos por los que atravesaba su país en ese entonces y por la falta de oportunidades para encontrar un trabajo estable. Además, una de sus mayores expectativas era venir a establecerse en nuestro país.

En Argentina, Jorge no sacó su Licencia de Enseñanza Media. Con tan sólo 18 años comenzó a trabajar en distintos rubros como en estadios de fútbol y bencineras, así como también se dedicó a la vida bohemia y a las fiestas, descuidando sus estudios. Por otra parte, el padre de Jorge que inmigró hace 6 años a nuestro país para cuidar a su madre enferma, le ofreció la oportunidad de irse a vivir con él en las cercanías del Metro Unión Latinoamericana, lugar en el que ambos viven actualmente. Al llegar a Chile, Jorge ingresó a estudiar en el instiuto para adultos ICEL, donde pudo sacar el pasado lunes 24 de noviembre su esperada licencia de cuarto medio.

Jorge no necesita ningún tipo de visa, puesto que es residente en Chile. Trabaja en el conocido local de helados "Bravísimo", ubicado a unas pocas cuadras del Metro Manuel Montt, al que llegó gracias a los datos laborales ofrecidos por una amiga. Ahora sus metas van dirigidas a estudiar veterinaria o algo relacionado con los números.




lunes, 24 de noviembre de 2008

Re-corriendo Santiago: "He caído cinco veces"



Pedro Quinto (24) es un joven de nacionalidad peruana. Llegó hace tres años a nuestro país en busca de una aventura. Su hermana menor Katherine Quinto (18), desde hace un año lo acompaña en esta travesía. Juntos trabajan en el centro de nuestra capital.


Todos los días Pedro comienza su labor a eso de las once de la mañana para vender su mercancía como vendedor ambulante. Sus lugares de trabajo varían, pero por la mañana, según nos cuenta, es fácil encontrarlo en la intersección de Av. Libertador Bernardo O`Higgins con Amunategui. Se coloca ahí a vender pulseras ($1.000), y a eso de las seis de la tarde cambia sus productos por poleras ($3.000).


Las ventas son un poco lentas, pero en un buen día fácilmente puede hacer unos $15.000, recaudando a fin de mes alrededor de $300.000, junto al sueldo de trabajos esporádicos. Su puesto habitual de trabajo queda cerca de la pieza que arrienda con su hermana desde hace dos años, ubicada en Amunategui con San Pablo.
Al llegar a Chile Pedro sólo traía lo puesto y algunos ahorros. Gracias a la ayuda de su antiguo jefe peruano, quien le proporcionó techo y trabajo, pudo sustentar su vida durante un año. Luego de eso decidió emprender su camino de forma independiente. Arrendó una pieza y comenzó a trabajar en el comercio ambulante.


A pesar de llevar sólo tres años en Chile, la suerte lo acompaña y dice estar tranquilo. Ha trabajado como ayudante de barman y en ferias locales al sur de nuestro país. En sus viajes, siempre trata de hacer negocios vendiendo artesanía al por mayor a pequeños locatarios. Pero no todo ha sido color de rosa, pues ha debido sobrellevar el peso de no ser residente y tener que realizar cada año el trámite para conseguir la visa temporaria que cubre su actual situación. No obstante, pretende continuar en nuestro país y cumplir su sueño de instalar un local estable que tenga patente en una feria o en algún lugar de Santiago.


Pedro estudió hasta cuarto medio en su país natal. Postuló a la Escuela de la Policía Nacional del Perú en el Cuzco,. Pero el puntaje que obtuvo no le alcanzó para ingresar. Cuenta también, que le gustaría estudiar alguna carrera técnica relacionada con el inglés, pues maneja lo básico del idioma.
Lo que más extraña de su país es la comida, sus tradiciones y a su familia. Aún así, los visita durante las fiestas patrias del Perú y en el año mantiene contacto vía telefónica.


Pedro dice que lo más difícil de trabajar en la calle sin patente es tener que arrancar de carabineros. Ha caído preso cinco veces y lo más terrible para él es la pérdida de su mercancía. Debido a esto, ha adquirido la experiencia para saber ahorrar y así comprar nuevamente sus productos.
Los vendedores ambulantes, a través de distintas señas se cuidan entre ellos. Pedro, cada vez que observa a sus pares levantarse con rapidez o al escuchar un silbido, sale corriendo, pues es la señal de que merodean en el lugar los carabineros que andan de civil. Mientras Pedro daba la entrevista, en dos oportunidades tuvo que tomar sus cosas y huir. Al rato después volvía a ubicarse en su puesto.


Pedro Quinto es un tipo tranquilo y sonriente. A pesar del vaivén de su jornada laboral dice estar feliz y querer seguir luchando por sus sueños aferrándose a Dios y la Virgen. Se muestra algo tímido, cuando algún tema lo incomoda o lo hace rememorar situaciones difíciles, se balancea de un lado para otro jugando con la pulsera que trae en su muñeca izquierda, como excusa para esquivar la vista. Accede fácilmente a contar su vida y está orgulloso de su hazaña emprendida hace tres años.


A futuro, Pedro quisiera ahorrar dinero suficiente para arrendar o comprar una casa. Pretende quedarse en Chile para estudiar y luego emprender viaje al resto de Latinoamérica. Dice estar seguro de conseguirlo gracias a su esfuerzo y perseverancia. Pero su prioridad por el momento está en obtener la residencia para él y su hermana ya que ve en nuestro país la oportunidad para afianzar sus sueños y por qué no, lograr una estabilidad.





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La educación es lo primero, el país viene después.


María Guzmina de 24 años, proveniente del norte de Ecuador, llegó a Chile en 1996 siguiendo a su hermana para encontrar nuevos mercados donde vender sus artesanías. Los primeros meses vivió junto a ella, pero cuando conoció a Marco Flores, su actual esposo y compatriota, comenzó a arrendar una habitación cerca del metro ULA. Al tiempo después se casó y nacieron sus hijas Jocelyn de 7 años y Aileen de 5. Desde ese instante la educación que éstas tendrían se transformó en la prioridad de su nueva familia.

Actualmente, María es vendedora ambulante. Vende pulseras y collares confeccionados por ella misma. De lunes a domingo se instala en plena Alameda, acompañada siempre de su hija menor, con quien la encontramos sentada en la vereda del paradero. Es fácil distinguirla entre los demás vendedores ambulantes. Tiene una larga trenza, piel morena, una falda negra y un chal que lleva encima de sus hombros. Al igual que ella, su esposo se dedica a las artesanías y además pertenece al grupo folklórico "Taller Llancuna".

Durante el invierno, como las lluvias dificultan las condiciones de trabajo en las calles, la pareja ecuatoriana prefiere hacer sus labores dentro de su hogar. María por un lado, se queda en casa haciendo tejidos y sólo trabaja a pedidos. Marco, por el otro, se dedica a viajar junto a su grupo. Pero cuando los viajes no resultan, o simplemente no hay, se queda en casa para ayudar a su esposa. Ambos prefieren el verano, María dice que el trabajo es mucho más fructífero. Y, como Jocelyn está de vacaciones en el colegio, puede tomar sus pertenencias y recorrer Chile libremente junto a su familia, pues no tienen nada más que los aferre a la capital. "Durante las vacaciones de mi hija, arrendar aquí o allá, en el sur o en las playas, es lo mismo. Además, en esta temporada la vigilancia de carabineros es menos rígida", dice María. Afortunadamente jamás la han llevado detenida ni le han quitado los productos que son suficientes para sustentar a su familia.

En Chile, María no ha tenido mayores problemas de adaptación. Tiene una visa temporaria, está en Fonasa y hasta el momento se ha atendido normalmente en la salud pública. Aunque muchas veces en su vida ha tenido que imponer su nacionalidad cuando las personas la confunden con una peruana o boliviana. "A mí no me gusta pelear con la gente. Pero cuando me dicen que vengo de otro país porque soy morena, me enojo y me defiendo. Soy ecuatoriana. A los chilenos no creo que les guste que los confundan con otras razas".

María siempre está en permanente contacto con sus familiares que viven en Ecuador. Todos los años a fines de Julio, viaja a visitar a su familia y a veces se queda uno o dos meses en su tierra natal. Estos viajes, para Jocelyn (su hija mayor) han dificultado la continuidad de sus estudios. La educación de Chile y Ecuador es muy diferente, según comenta María. "Allá en Ecuador los que están cursando primero (básico) son los que aquí están en pre-kinder o kinder. Mientras aquí les enseñan a leer, allá le están enseñando las vocales." Un semestre María matriculó a Jocelyn en Ecuador y cuando regresaron a Chile, su hija quedó completamente atrasada. "Su aprendizaje ha sido un proceso más lento", dijo María. Pero afirma que en el colegio República de Colombia (ubicado en Grajales con Bascuñan), donde Jocelyn está en segundo básico, la han ayudado y orientado bastante.

"Me he acostumbrado bien a Chile, a veces hecho de menos las comidas de mi país o nuestras fiestas típicas, pero cuando viajo a Ecuador, me siento como una extrajera y me dan ganas de volver". Aún así, María no piensa quedarse más de 3 años, porque pretende que Jocelyn se eduque bajo las costumbres de Ecuador.

María mira alrededor y pregunta la hora. Son las 13.20. Al momento se levanta de la vereda donde está sentada vendiendo las artesanías, toma de la mano a Aileen, su pequeña hija, y dice que debe ir a buscar al colegio a Jocelyn para más tarde volver a trabajar. Antes de marcharse toma su mercancía y dice que está dispuesta a hacer todo tipo de viajes para que sus hijas puedan tener una educación de calidad y, ojalá, entrar a la Universidad, no así como ella o su esposo que sólo pudieron estudiar hasta la Enseñanza Media.
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